Llegó la hora de adentrarse en la sociedad. La cuna ya
queda atrás para dar paso a una cama blanca, de madera envejecida y con
sábanas siempre rosas, color por
excelencia durante mi temprana infancia. De nuevo volví a acudir a fotografías
antiguas y la extraña afición de mi madre por sacarme fotos mientras dormía me
sirvieron para caracterizar en el boceto mi pijama favorito, lleno de supuestas
manchas de pintura azul, roja y verde delicadamente colocadas. En todas estas
fotografías aparecía mi compañero de sueños, el señor oso, un peluche muy
antiguo que encontré en la casa de mis abuelos y al que tenía muchísimo cariño.
Llegó la hora de introducirse en el aprendizaje. Colores,
números y letras con una caracterización humana empapan libros que mantienen
atentos a más de una docena de niños de tan sólo tres años. Es la primera toma
de contacto con el saber y, por supuesto, con la sociedad. La palabra “amigo”
ya forma parte de nuestro reducido vocabulario, “cumpleaños”, “excursiones”…
Uno de los recuerdos que guardo con más cariño de la etapa preescolar es mi
primer premio de dibujo. Este supuso el comienzo de mi motivación para no dejar
nunca volar la imaginación. También en relación a mi innata pasión mencionar una clase en la que la profesora entregó
un pez que debíamos colorear. Todos mis compañeros lo terminaron lo antes
posible para iniciar la mítica “hora de la siesta” y, mientras ellos dormían
profundamente, yo seguí coloreando aquel pez. La profesora me dio la
enhorabuena por mi trabajo, ninguna línea se salía de la ancha silueta que
rodeaba la figura. Es curioso cómo estos gestos quedaron en mi mente tan
temprana y ahora, estudiante de bellas artes, me demuestran que, en mayor o en
menor medida, el arte es innato. Llegar a casa tras un duro día de juegos no merece
otra cosa que un baño, un baño con espuma y una montaña de juguetes para
entretenerse mientras papá te limpia. Este momento era uno de mis favoritos del
día. El agua y la espuma desencadenaban mi imaginación y aquello podía convertirse
en un bar, en una peluquería, una acción en mar abierto…
El televisor en el centro superior del boceto se muestra
como dios supremo en aquellos años. Dibujos animados, mi querido” Barrio
Sésamo”, películas en cinta de vídeo que a veces se convertían en un arco iris
en la pantalla, etc. dominaban mi mente durante horas.
Por fin llega el verano y la playa me espera. Puerto de
Santa María se convierte por tres años en lugar de destino oficial en verano
para mis padres. No recuerdo cuántas, pero un viaje hasta allí con el antiguo
Fiat debía durar eternas horas. Para que pasaran de manera más amena, una bolsa
de juguetes sacados de los huevos Kinder (situado en la esquina superior
izquierda) era mi más leal compañera de viaje. En el pequeño espacio que puede
aportar un coche de condiciones normales, yo creaba un mundo inmenso, lleno de
personajes con una personalidad bastante trabajada y unas aventuras sacadas de
todo aquello que veía en la televisión. Al llegar allí, el “Caballo Blanco” nos esperaba con los brazos
abiertos. Los amigos de todos los años, los juegos en la piscina de todos los
años (bolos situados al lado del caballo), la ilusión de todos los años.Tras la
playa venía el campo y lo rural. La casa de mis abuelos pasaba a ser mi hogar
durante todo agosto. Aquella casa tenía un sentido mágico para mí: millones de
recuerdos se escondían entre cajones y armarios y era fantástico poder
curiosear y encontrar todo tipo de “tesoros”. De estos “tesoros” me quedo con
mi espléndido “correcaminos”, un cochecito con ojos y sin pedales para ir de un
lado a otro dejándose la energía, perteneciente a mi tía cuando era pequeña
(unos 20 años de trayectoria).
Como punto final, se me presentó una superficie
aparentemente más fácil de trabajar que la madera, el PVC, un material más
flexible y quizá más preciso que ésta en cuanto a su talla, ya que el problema
de la madera fue su composición en astillas, que resultaba algo complicada a la hora de ponerse a detallar.
Boceto.
Punta de bolígrafo y de chincheta para crear texturas.
Progreso del desbaste.
Matriz finalizada.
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